Sentido a la vida


Se quedó vagando entre dos tierras, sin paz, casi sin cuerpo. Con unos cuantos harapos que le cubren solo las partes indispensables, las menos vergonzosas, las más relevantes de su memoria. Mientras calza agujerados unos zapatos que impiden que el camino se ensucie con su andar, trastabillea intentando dar con el camino que lo lleve de regreso.

Algunos dicen que lo ven pasar a veces en las noches, como el espíritu del muerto que jamás regresa, pero no se va. Llora y recorre las calles, grita silenciosamente sin ser escuchado, no pidiendo nada, más deseando su libertad… incapaz de entender el presente atrapado en lo que fue su ayer, revive diariamente el mismo infierno. Con la mirada en alto, dubitativa como quien espera y a la vez reniega, emitiendo sonidos casi inteligibles se lamenta.

Hay veces, cuando una pequeña ventana en medio de esa oscuridad se le abre de par en par, y por unos momentos cree entenderlo todo. Cubre con la vista los alrededores, reconoce a unas calles lo que fue su hogar, corre y llama a la puerta, mientras unos crujidos escapan de la casa, hasta que las ruinas del viejo lugar se caen. La fachada empieza a desprenderse y le siguen las paredes… no queda nada. Se cubre las manos con el rostro, avergonzado mira los jirones que le cuelgan de los hombros e intenta cubrir con su cuerpo los harapos, corre pidiendo ayuda pero es muy tarde, han pasado desde entonces diez años.

El incendio consumió la sala, se extendió por la bella arquitectura de madera, las cortinas encendidas bloqueaban las salidas, la puerta hinchada no cedió mientras él veía lo único que le quedaba perderse entre las flamas. Sin algo a que aferrarse, sin un refugio para esconderse, se marchó solo a ese pequeño lugar en su memoria donde hasta la fecha corre a refugiarse, donde no encuentra lugar ningún otro pensamiento, donde solo como un mueble, se encuentra su deseo de encontrar la libertad.

Sigue llorando, pero encontrará la salida, y uno de sus fantasmas lo guiará a la puerta. El amanecer lo alcanza mientras ve la luz acercándose en silencio esperando a que llegue. Apareció a lo lejos, se puso de pie, y por vez primera en mucho tiempo, caminó con la mirada fija concentrada en un solo objetivo, en el de atravesar con las alas destrozadas el último tramo de ese largo trayecto.

Amaneció al lado de la banqueta, tirado boca arriba, contemplando el firmamento. Tenía la mirada tranquila, al fin era libre de esa jaula de recuerdos. Pasé al lado de él y solo por si acaso, le cerré los ojos, no sería justo que habiendo alcanzado la paz, se viera obligado a ver a su alrededor. Me senté un momento junto a él, a acompañarlo mientras se despedía. Abrió uno de sus puños cerrados y exhaló. a cambio de esos minutos de compañía, el me ofrecía una tarea, me regalaba su única posesión, un poco de veneno.

La gente continuó caminando, las horas siguieron corriendo, nadie más supo de su pena, ni de su dolor, no hubo alguien que reclamara el cuerpo. Lloré amargamente su muerte, hasta que la noche nos alcanzó y en medio de esa soledad lo supe, tenía que hacer algo por él y aunque era un poco tarde, me despojé del traje, cubrí con el su cuerpo, lo vestí cuidadosamente, puse sus harapos encima de mí y espere pacientemente a la distancia.

Apenas una hora después, contemplaba desde el alojo que me daba una caja de cartón, como se llevaban al muerto, revisaron sus bolsillos encontraron mis credenciales, su cuerpo tan desfigurado por las llamas, no se parecía a nadie. A los tres días le dieron entierro. Muchos de mis amigos lo lloraron, le llevaron flores, se hicieron cargo del papeleo, y yo a cambio, cubro su lugar, la hago de loco en las banquetas, en las noches lloro por la humanidad, esperando que un día cuando yo muera, haya alguien entienda esta misión y decida apropiarse del puesto.

Victoria Brais

En memoria de todos aquellos que no tuvieron voz, de los locos, los inadaptados, de los incomprendidos, para ellos: mis hermanos.

Anotación


EL estadio se quedó en silencio, era el momento, no se oía un solo murmullo, incluso el viento se calmó. El marcador estaba por debajo, 1-0 ahora o nunca, debía de concentrarse para ubicar el ángulo exacto, cualquier descuido podía ser fatal.

Contempló la portería desde lejos recordando el glorioso momento en que el árbitro gritó -¡penal!- su corazón se detuvo casi a la par que el juego, se puso de pié, y comenzó a avanzar, parecía que nadie lo veía, solo eran él y el balón frente a esa enorme puerta. Sonó el silbato, era su oportunidad, comenzó a correr en una carrera que parecía interminable… para este momento se había preparado, finalmente sucedió. Pateó el esférico que voló hacia el arco contrario depositándose en el fondo, justo como lo había soñado, la afición se puso de pie, se escuchaban las ovaciones gritando –Goooool- corría festejando con las manos en alto la anotación; unos metros adelante lo detuvieron, lo sacaron de la cancha y el partido continuó. Que importa, lo había logrado, al final, anotó.

v.B

http://www.youtube.com/watch?v=jKC7AdIaPxY

Incandescencia

Consumida en medio de las brasas

Despidiendo los aromas del incienso

Me arrojo a los brazos de la noche

Abandono las cámaras del cuerpo

El viento me arrebata de las flamas

Mis partículas se elevan en el cielo

Ésta noche han de llover cenizas

Haré resplandecer el firmamento

Incendiarios


Había una fuga. En cuestión de minutos el fuego se expandía, devorándolo todo. Las llamas se acercaban a sus cuerpos temblorosos. Intentaron apagarlo o contenerlo, ya era tarde, buscaron una salida pero en vano; finalmente quedaron rodeados por las flamas uno frente al otro, siendo consumidos por el fuego; solo bastó un descuido, si tan solo uno lo hubiera notado, si alguno hubiera cerrado los ojos.




A Puerta Cerrada


El silencio se abrió de par en par, dejando escapar una minúscula voz ya casi ahogada. En medio de la soledad que la noche volcó en ella como un mar, como las aguas del océano recaen sobre la arena. Tras un largo vagar, perdida en la garganta, sin rumbo ni salida, con nada a que aferrarse, sola pendiendo de una cuerda… naufragó, sobre una lengua despoblada de palabras, con una jaula de marfil a su alrededor y una puerta cerrada, se agolpó con toda su fuerza ante la entrada, golpeándose una y otra vez; finalmente la luz la recibió, se acercó a ella cuando abrí los labios era tarde… expiró.


Victoria Brais




Ciencia Aplicada


Anotaba la última ecuación en la pizarra volteando de reojo, temía voltear por completo y no verla, ver el pupitre vacío con solo la sombra del recuerdo. Anotaba la última ecuación en el cuaderno, volteando de reojo a verlo, temía voltear por completo y ver que la había olvidado, que no la estaba viendo. Habían calculado todo, la temperatura, la densidad de la masa, la aceleración de los cuerpos, solo les faltaba una. Terminó la ecuación y dio la vuelta, terminó la ecuación cerró el cuaderno. Se fue a su casa calculando el tiempo, el marchó tras ella despejando la distancia. La incógnita se había resuelto.

Victoria Brais

No la despiertes...


¿Niña?... si, cuando me miras y me dejas sin palabras, tal vez
cuando te escucho y soy, no solo crédula sino creyente
niña si, cuando me asombras y mantengo la esperanza
Cuando la mujer tiembla, se esconde y teme verte o que la veas
¿me dices niña? si, cada noche a mitad del silencio en un cuarto vacío
cuando las luces se apagan y solo quedo yo con el espejo,
diminuta, cuando cierro las cortinas y las puertas, las ventanas
¿niña? si pero en secreto, déjala dormir, no la despiertes
Acércate, quédate con la mujer que ahora estás viendo
ignora que en mis ojos todavía puede verse la pequeña que está dentro

V.B

Prisiones...

Abrí los ojos un instante, intentando divisar la luz ...
Estaba encerrada, mi prisión no tenía paredes,
ni muros, ni cristales ni alambradas, aún así era una jaula;
no me pusieron barrotes, ni cerrojos, ni murallas,
ni candados ni guardas, no dejaba de ser una cárcel.
Miré a mi alrededor y no había nada,
solo a la distancia un par de ojos siempre abiertos,
que día y noche sin parpadear me miraban,
acompañados de una voz frágil y constante
que no dejaba de repetirme hora tras hora,
susurrando a mi oído estas fatales palabras:
“No te atrevas, no lo hagas”

V.B