vienes de lejos

Vienes de lejos, no del tiempo o la distancia. De la tierra, del viento, eres verano, otoño, frío y hojarasca, vienes de la risa y de los ojos, de cada lagrimal que ya no da aguas, de entre ceja y ceja y…no te veo, vienes de unos labios que pronuncian repitiendo los sollozos como un eco; vienes de la sangre, de las venas, de ese “si” y a veces “no” que ambos sabemos, vienes del eterno quizá, de algunos sueños; no del tiempo o la distancia, vienes de mi… y estás tan lejos.

decepciones

de vez en cuando me gusta pensar que me olvidaste, sentir la incertidumbre del mañana, pensar que como antes, pudiste haberme dejado...pero no. Despierto como siempre con la dura realidad de que al igual que ayer, hoy también amanecí a tu lado.

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Las palabras hoy me saben en la boca como trozos de madera y de ceniza, me sabe a amor quemado y a pasiones consumidas. Sabe a miradas impacientes, a sangre, a piel a tierra a hojarasca. Crujen entre dientes como llamas, ¿puedes sentir como el fuego nos recorre las entrañas? Tus palabras hoy me saben a deseo, a venas quemadas, a cuerpos consumidos por la angustia, a manos que se queman por las ansias, tus labios en los míos forman leñas que se funden y alimentan la fogata.

Asesinato ?

Salió a los pocos días debido a falta de pruebas, tenían el cuerpo inerte en una esquina de la casa, el arma homicida con las huellas digitales impresas, y sosteniéndola aún el acusado. Tenían una confesión firmada por el mismo, pero faltaban pruebas, no en contra sino a favor del finado, nadie pudo asegurar que el hombre estuviera vivo antes de ser asesinado.

Amnéme

Dichoso aquel que poseedor de alguna tierra, encuentra el camino sobre el cual tornar los pasos. Feliz de aquel que mirando al cielo abierto, contempla las estrellas y puede ver en ellas escrito su destino. Dichoso aquel que tiene patria y conserva en el secreto la esperanza adormilada. Feliz aquel que en sus pies aún lleva el polvo desprendido, del hogar que conserva la memoria de su nombre. Dichoso el hombre que en sus ojos ha guardado el reflejo de la imagen de su amada.

Miserable de mí que vivo en el exilio de algún lugar cuyo nombre no recuerdo. Infeliz es mi existencia descreída, ya nada reconozco como propio aunque todo en mi vagar lo he conocido. Miserable de mí que siempre andando con la vista puesta en las alturas he tenido los pies sobre la tierra. Infeliz de mí, pues mi único reposo es morar entre los brazos del olvido; aún cuando intente escapar de las veredas, no podré… todo es camino.